martes, 4 de septiembre de 2007

Las simplificaciones

Fabricio de Potestad (Ex concejal Ayuntamiento de Pamplona. Miembro del Comité Regional PSN-PSOE)
Pepe Blanco tomó la palabra casi por sorpresa, varias veces, como un ortodoxo leninista descorbatado, pero que actualmente tira a liberal. Nos explicó eso de los intereses generales, que auspician la necesidad de gobernar sine die con la derecha foral. Y nos recomendó, con profundas razones de fondo, que le vayamos haciendo la política a Sanz, que, por cierto, va a ser quien ponga orden en nuestro partido, lo cual no es de extrañar, pues los sociatas navarros somos el eslabón fundamental e imprescindible para mantenerle en el poder. Y gracias a él, si los socialistas tabernarios no lo impedimos, podrán ustedes admirarse del avance -es decir, la transición desde el estado actual, deslavazado y confuso, del socialismo navarro- hacia un futuro en el que sucumbirá la actual aberración de sus distintas familias en aras del abrazo de todas sus sensibilidades. Aunque me temo que esta pretendida unidad emergente no parece remedar el viejo mito del mogenenismo pauloeclesial, que localizaba la unidad de la izquierda en su único origen: la desigualdad humana. En esta ocasión, intuyo que la avenencia tiene por objeto mantener la estabilidad de los intereses creados. Pues eso.

Pepe Blanco trató de amedrentarnos con nombrar una gestora de infarto. Nos dejó a todos sentados, y se marchó convencido de que no volveríamos a levantarnos. Vamos, que se creyó, como la criada de Marcel Proust, que ya no nevaría más porque el Ayuntamiento había echado sal en las calles. A Pepe lo que le pasa es que ya no sabe si es progre o no es progre. Quizá tenga una crisis de identidad, propia de la edad, por lo que no es extraño que un día se le ocurra exigir a Sanz que garantice la práctica del aborto, ese que está social, personal y psicológicamente muy indicado, y al día siguiente se vaya a su Galicia natal a inaugurar el Año Jacobeo. A Pepe la revuelta foral le ha cogido en bragas enjutas. Claro que a él se la suda, pues ya se sabe que el discurso centralista está hecho para a anular la discrepancia periférica, pues en eso se fundamenta su eficacia. Y es que la estrategia del centralismo se basa precisamente en un discurso firme, ornamentado de la legitimidad que proporciona ser el garante de los intereses generales, aunque estos no busquen otra cosa que anular la crítica de quienes son perjudicados por la incapacidad del poder central para proponer y vertebrar proyectos sugerentes de vida en común. Pero eso ya lo dijo hace muchos años y pico, de forma generosa y vindicativa, Ortega y Gasset.

No cabe duda de que el talento de un gran estadista está en saber entibiar los anhelos de los poetas, los idealistas y los melancólicos, y así es como Pepe Blanco ha hecho del sueño shakesperiano de dos meses de varano una realidad artrósica y liberal, muy rentable al día. Vamos, que acabará haciendo socialdemocracia para ricos. En fin, así fue haciendo del discurso una labor de macramé, muy trabajada, donde la simplificación fue el hilo fuerte de la trama. Desgraciadamente las simplificaciones tienen mejor aceptación que las verdades complejas y problematizadas. La gente se maneja mejor con problemas simplificados y soluciones rápidas, aunque los conflictos se magnifiquen por efecto de la misma simplificación, y, por consiguiente, la cuestión continúe sin resolverse. Una simplificación no elimina la complejidad del problema sino que, por el contrario, produce mayores y a veces infaustas consecuencias. Negar una enfermedad no la cura; la empeora. La pluralidad, la diversidad y complejidad no son admitidas con facilidad por el poder central, porque rebasan el discurso predominante, que por definición tiende a uniformar la diferencia y a cancelar la discrepancia. Admitir la legitimidad de un discurso propio en cada autonomía, deriva necesariamente en una mengua del poder central. Y le guste o no al patriarcado político de Ferraz, la pluralidad y complejidad sociológica y política de Navarra exige arbitrar fórmulas estatutarias que permitan a los socialistas forales una mayor capacidad de decisión en aquellas cuestiones que le competen y le afectan de forma trascendental.

A lo mejor las cosas han cambiado un poco, a peor, cuando salga este breve, inofensivo y eufónico artículo. Mientras tanto, desde este recién inaugurado foro socialista para el relanzamiento del espárrago en Navarra, miraremos a Pepe Blanco con nuestra sonrisa guerrillera hasta que se le caigan las pupilas. Son demasiados meses de susto y latigazo.

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